Dolores es un pueblo especial, y en este reportaje lo hago mío, porque una parte de mi historia y mis raíces vienen de este pequeño pueblo de la Vega Baja. De mi abuela materna recuerdo sus pelotas y lo orgullosa que ella las preparaba porque todos la felicitaban por ellas. Lástima que su nieta no supo aprender de su cocina porque me gustaba más los folios en blanco para contar historias. Pero hoy, uno su recuerdo a mis dedos deseosos de contar cómo es la huerta y esa parte de mi historia que allí vive.
Dicen que a un pueblo se le conoce por su gente y por su gastronomía. Y así es. La comida es un acto social que todos aprovechamos para socializar, para celebrar y para sentirnos parte de un algo. Cuando probamos algún nuevo plato que nuestro cuerpo recuerda, siempre nos transporta a momentos felices que todos evocamos al rededor de una mesa.
Proyección y visibilidad local
Desde el Ayuntamiento de Dolores se está impulsando el crecimiento económico a través de acciones que promuevan la gastronomía, la historia y las costumbres que lejos de quedarse en el olvido, afloran con fuerza en los recuerdos de todos los que pertenecemos a un lugar. Cuando los vecinos hablan en los puestos del Mercado de Abastos intercambian recetas, ideas y formas de hacer las cosas. Al final es una manera de crecer y hacer ricos los momentos.
Hoy, la chef Patricia Sanz, junto a un grupo de mujeres encantadoras, enamoradas de su pueblo y apasionadas de las cocinas, visitaban el Mercado de Abastos del pueblo para comprar los ingredientes típicos de la «olla viuda» y las «pelotas de alcachofas». Una combinación de platos típicos de la zona y de temporada. Comida que calienta los estómagos y que está preparada con productos de la tierra.
Acciones emotivas que ayudan a impulsar en comercio
Mientras nos congregábamos en las puertas del mercado, una voz a lo lejos decía «hay cola en el mercado como antiguamente». Y es que la globalización fue empequeñeciendo los pequeños y medianos comercios. Un comercio cercano, familiar y atento que ha sufrido las oleadas y altibajos de las crisis económicas. Sin embargo, allí estaban los placeros, con sus sonrisas escondidas tras las mascarillas pero con el brillo en sus ojos. Infinitamente agradecidos de ser parte de una visibilización de su negocio y sobre todo, de contar su propia historia. Esa que hacen cada día con su trabajo, con vocación de atender a sus vecinos y clientes. Y orgullosos nos presentaban sus productos, nos hablaban de su historia e incluso nos daban ideas de cómo poner los ingredientes en el puchero.
La pandemia, que tanto nos ha desestabilizado también nos ha enseñado a valorar lo verdaderamente importante. El cuidar de nuestro entorno y ayudarle a crecer como se merece. Y esa labor tan importante la hace un colectivo de mujeres fuertes: la Asociación de Amas de Casa de Dolores, que año tras año, están ahí frente al pueblo con ideas que unen, con ideas que comparten y con la ilusión de que su historia siga transmitiéndose de generación en generación.
El puesto de verduras, la carnicera y la panadería nos han hecho la boca agua y nos han transmitido, no solo la riqueza de sus productos sino también la pasión por su trabajo. Un trabajo que es importante visibilizar y dar a conocer, porque ayudarles a crecer hará también crecer a este pueblo tan bonito llamado Dolores.