«¡Quiero esto, mamá!«, «Cómprame ese juguete, papá«- Así dicen que un día, en un barrio incipiente de Elche, en una plaza llamada Plaza Castilla nacía el I Mercadillo del Trueque.
En sus orígenes cinco mamás, de esas comprometidas, de esas que la maternidad les hace cambiar su rol individualista, de esas que el simple hecho de ser madres hace que los objetivos de sus vidas viren y lo hagan entorno a sus hijos. Cinco mujeres con valores tan arraigados que el consumismo, más que incitarlas a comprar más, las obligaró a decir ¡basta ya!
Seis años desde aquella primera vez en las que esas cinco madres, en vísperas de Navidad, y con la ayuda de sus hijos, montaron un pequeño mercadillo en aquella plaza amplia del nuevo barrio de Altabix. Y el barrio se lo agradeció.
Se lo agradeció tanto, que la palabra éxito se quedó corta en la II edición de este mercadillo. Porque no fueron cinco familias las que decidieron poner su granito de arena para paliar ese consumismo navideño. Fueron 50 familias las que participaron aquella vez. Niños y padres volvieron a vivir la experiencia de compartir con sus amigos una nueva forma de tomar y dar, de sentir cómo lo viejo cobraba emoción nuevamente en manos de otros niños, de otras familias.
Mercadillo del Trueque
No sólo las familias, porque esas cinco mamás se convirtieron, por culpa de la burocracia, en una asociación llamada Asociación Mercadillo del Trueque, una comunidad que crece día a día y que hoy cuenta con casi más de cien socios. También el propio barrio se implicó en aquel evento, grande, muy grande, y no sólo por su magnitud sino por su compromiso, por sus valores, por su empeño de cambiar un poquito el rumbo de las cosas. Comercios, instituciones, empresas y afines a aquello que sucedía otra vez en el barrio participan ya desde entonces con sus trueques, con su ilusión y con la convicción de cambiar el paradigma del dinero, aunque sólo sea una vez al año.
Y de esta forma, y año tras año, el domingo previo a Navidad, gente pequeña, que hace cosas pequeñas, en un lugar pequeño es capaz de olvidarse del dinero, de vivir los orígenes mercantiles a través del trueque y dar un gran ejemplo al mundo.